- Desde
- 2 Abr 2021
- Mensajes
- 7
- Puntuación de reacción
- 5
Barcelona, calle peatonal en el Raval.
Son las 20:45 h de la tarde, estamos en octubre.
Patricia es una dependienta de una zapatería, es delgada, cara alargada, lleva gafas y es morena. No es española, es hondureña.
Está cansada, es viernes y quiere terminar e irse a casa.
En ese momento, entra un hombre de unos cuarenta años, es bajito, empieza a dar una vuelta por los estantes de zapatos, se fija en los de mujer. Ve unos de color rojo con plataforma. Los coge y le pregunta a la chica:
—¿Tienes un 39?
—Espera, voy a mirarlo.
Ella entra en un almacén y se sube a una escalera de tres peldaños, va con unos tejanos grises, muy ceñidos. La mujer baja y le dice:
—Sólo tengo el 38...
El hombre piensa un momento y le dice:
—Disculpa, no son para ninguna chica, son para mí. Me los probaré si me dejas, si me van bien me los llevo.
El hombre se sienta en un pequeño taburete, se saca el zapato y se lo prueba, la chica no pierde detalle. El zapato le entra bien y se lo puede atar, son como unas sandalias.
Se levanta y se mira al espejo, y Patricia dice:
—Te queda muy bien, tienes unos pies pequeños. Serás bienvenido aquí siempre.
—Me los llevo. Gracias por tu amabilidad.
La relación entre Patricia y el hombre es sólo comercial. El hombre es fetichista de zapatos.
Continuará...
Son las 20:45 h de la tarde, estamos en octubre.
Patricia es una dependienta de una zapatería, es delgada, cara alargada, lleva gafas y es morena. No es española, es hondureña.
Está cansada, es viernes y quiere terminar e irse a casa.
En ese momento, entra un hombre de unos cuarenta años, es bajito, empieza a dar una vuelta por los estantes de zapatos, se fija en los de mujer. Ve unos de color rojo con plataforma. Los coge y le pregunta a la chica:
—¿Tienes un 39?
—Espera, voy a mirarlo.
Ella entra en un almacén y se sube a una escalera de tres peldaños, va con unos tejanos grises, muy ceñidos. La mujer baja y le dice:
—Sólo tengo el 38...
El hombre piensa un momento y le dice:
—Disculpa, no son para ninguna chica, son para mí. Me los probaré si me dejas, si me van bien me los llevo.
El hombre se sienta en un pequeño taburete, se saca el zapato y se lo prueba, la chica no pierde detalle. El zapato le entra bien y se lo puede atar, son como unas sandalias.
Se levanta y se mira al espejo, y Patricia dice:
—Te queda muy bien, tienes unos pies pequeños. Serás bienvenido aquí siempre.
—Me los llevo. Gracias por tu amabilidad.
La relación entre Patricia y el hombre es sólo comercial. El hombre es fetichista de zapatos.
Continuará...