A las buenas tardes, soy El Maera.
Pues a mí ya se me ha olvidado cuál es mi postura favorita, la falta de costumbre, ya saben..., pero lo que jamás se me olvidará era la postura preferida por Pascual.
Pascual era el pastor que cuidaba el rebaño de ovejas churras de mi abuelo. Había nacido en la "Hoya del Prior", una finca que tuvo en arriendo muchos años mi bisabuelo y después compró. Pascual siempre estuvo a las órdenes primero de mi bisabuelo y luego de mi abuelo. Y parece que le estoy viendo: Con su boina, su única ceja, sus dientes separados, con la cayada y la radio en bandolera. Porque aquél hombre que sólo había salido del campo para cumplir el servicio militar, y que su vida entera había transcurrido entre borregos y cochinos, estaba informadísimo de todo y era toda una enciclopedia. Y todo se lo debía a aquella radio que escuchaba durante todo el día mientras anduleaba con las ovejas.
Tendría yo unos diez años cuando una tarde de otoño me puse a hablar con Pascual mientras sus ovejas aprovechaban una rastrojera. La tarde estaba inverniza, muy fría, con las nubes bajas y oscuras. Pascual llevaba una manta por encima de la cabeza y hacía sus pronósticos sobre la próxima jornada de la liga de fútbol. Al fondo, un coro de balidos y sonidos de esquilas acompañaba nuestra conversación. De repente, Pascual cambió bruscamente de conversación y me espetó:
- ¿Ves la cuarta oveja por la derecha?
Yo señalé una (a mí me parecían iguales todas la ovejas):
- ¿Esa oveja?
- No, la de la derecha.
- Ah sí, esa.
- ¡Pues es mi novia!
Resulta que Pascual Sánchez Sánchez, casado, de 59 años de edad, padre de tres hijas y un hijo. ¡Tenía una novia y era una oveja!
Yo no entendía nada de nada. Tal era mi confusión que no fui capaz de hacerle ninguna pregunta. Me marché de allí confuso, sin saber qué decir ni qué pensar...
A los dos o tres años de aquello, estaba yo pasando el verano en el campo, en casa de mis abuelos. Mis padres me mandaban allí en plan castigo, para que el abuelo me metiera en cintura por los muchos suspensos obtenidos. La idea era que los abuelos me tuvieran controlado, mientras mis padres se iban de viaje por el extranjero. La auténtica realidad es que mi abuelo pasaba de todo y yo hacía lo que me salía de los cojones. Me lo pasaba estupendamente porque además, allí estaba también mi primo Alberto, algo más mayor que yo y todavía mas suspendedor y travieso que yo. Así que nos pasábamos el verano sin abrir un libro y haciendo trastadas, alguna de ellas muy seria, como contaré en otra ocasión...
Nos tenían dicho que no fuéramos a la "Las Quintillas" porque estaba lleno de pulgas, con lo que pican. Eran unas tenadas, unos cobertizos donde pasaban la noche las cien ovejas de mi abuelo, y eran los dominios de Pascual. No sé el porqué pero una mañana a eso del mediodía, caímos por allí. A esa hora no esperábamos encontrar a Pascual y su rebaño, pero lo encontramos. Y lo que vimos fue dantesco...
Allí vimos a Pascual con los pantalones a la altura del tobillo ¡follándose a una oveja! Agarraba con sus manazas de gañán a la oveja, en un vaivén de atrás hacia adelante, en la postura conocida como "el perrito". Estuvimos un rato observando petrificados, en silencio, hasta que Pascual se percató de nuestra presencia cuando vio nuestros perfiles recortados en el quicio de la puerta de la tenada. De repente comprendí aquel comentario de hace dos años, aquello de que aquella oveja era su novia...
Pascual soltó la oveja nerviosamente, se subió los pantalones como pudo y empezó a disculparse torpemente.
- Tenéis que comprenderlo, chavales. La Rosario (su mujer, gorda, bigotuda, feísima) no me deja ni arrimarme... y de alguna forma me tendré que aliviar, vamos digo yo... No digáis nada, chicos. Si vuestro abuelo se entera no creo que se enfade mucho, pero si se entera Doña María Eugenia (mi abuela) fijaros el follón, con lo beata que es. Esa me echa de aquí. ¿Y a dónde voy a ir yo cuando me faltan tres años para jubilarme? Por Dios os lo pido. ¡No digáis nada! ¡No se lo contéis a nadie!
Terció mi primo, con su sorna característica.
- Por nosotros no te preocupes, Pascual. Vamos a ser una tumba, no vamos a decir una palabra a nadie. Pero nos gustaría hacerte unas cuantas preguntas, por pura curiosidad...
- ¿Qué queréis saber?
- ¿Te follas a todas las ovejas o sólo a las que según tu criterio están buenas?
- Las pruebo a todas, pero siempre tengo alguna favorita... Tenéis que probarlo chavales, las ovejas son más calientes que las mujeres y además no pegan enfermedades malas.
Entonces tercié yo:
- ¿Y si alguna oveja no se deja?
- Entonces me pongo las botas catiuscas, encajo una pata en cada bota ¡Y ya no se me escapa!
En estas llegaron los de la finca de al lado, buscando a Pascual porque una vaca frisona se había puesto de parto y el ternero no salía. Y en estos menesteres Pascual también era diestro. Así que se fue con ellos. Nosotros volvimos para casa descojonándonos a cada paso. Y estuvimos comentando el suceso a carcajadas entre nosotros durante todo el verano. Nunca volvimos a hablar del tema con el interesado, que ya lleva enterrado cristianamente muchos años.
Así que ya saben ustedes en la encuesta que están realizando. La postura preferida por Pascual (QEPD) para follar era "el perrito".