Dalia venezolana 602893274

La moza que hace la número 13 de mis aventuras y desempata la igualdad temporal entre Brasil y Venezuela es una jovencita que practica su arte en Princesa 3D. Es una experiencia confortable tanto en lo físico (Dalia es anchota, un punto más del que se aprecia en las imágenes con que se anuncia ) como en lo sensorial (el cuarto parece un salón en el que se ha desplegado el sofá cama porque eres el amigo especial que se queda a 'dormir'). Por cierto tenía una de sus imágenes de los anuncios en un portafoto, en plan el Rey presidiendo un acto con retrato suyo al fondo, me fijé mientras cabalgaba jaja.

Dalia llevaba tanto tiempo entre mis 'would' que la daba ya por hecho y acababa yéndome con otra que me pareciera más espectacular en el momento. Y como 'dada por hecho' me dio cita con poco más de una hora de antelación cuando por fin se la pedí. La visita a Princesa 3D no tiene misterio: ignoras que pasas delante de un juzgado, saludas al portero (le importa 0 a lo que vas, la mitad de sus inquilinas se dedican al tema, por lo visto), coges uno de esos 8 asombrosos ascensores que siempre parecen estarte esperando para que entres y salgas solito, pasillo de peli de miedo y para dentro. Besos, charla nerviosa de presentación, que si una toalla, un vasito de colutorio, duchita y ahora besos pero de los profundos. Al lío. El lío es lo de siempre si no pides menú especial, y eso es bueno en las primeras citas. Después del millón de dólares, lo más asustadizo es lo que llevas entre las piernas. Buenas caricias, buenas comidas de las partes preferidas del cuerpo el uno al otro. Por su cuerpo aunque no sea alta, me pareció recomendable para alguien más bien grande, no para un mediano de la Comarca, y eso que en los anuncios tenía una mueca de duendecilla, pero en el atuendo de meretriz esa sensación se disipa. Cabalgada rusticana (ya ni me animo a otras posturas) y concentro mi ki en explotarle entre las piernas. Me invade la sensación de la última vez, con Hanna, de querer salir de allí corriendo, pero le pregunto por el jazz (creo recordar) que tiene pinchado y la conversación confidencial me sosiega un poco. Resulta que le gusta hasta Led Zeppelin, esa no la vi venir. Me marcho dos minutos antes de la hora convenida, 100 castañas.

Las fotos que me guardo para recordarla son estas dos.