Por fortuna no he tenido ninguna cita "horribilis" con infortunios o grandes líos con en las comedias románticas americanas, pero sí que tuve una experiencia con consecuencias inesperadas.
En los albores de internet (allá por Pleistoceno Superior
), cuando no había Facebook, Tinder ni WhatsApp y hasta los foros eran una tecnología incipiente, muchas de las interacciones sociales se producían en "salas" de IRC (para los más joven@s:
). Era también habitual que en grupos con intereses afines se organizaran "quedadas" en espacios públicos para poder "vernos las caras". Pues en una de estas grandes reuniones (con más de 50 personas) me encontré con una señorita con la que compartía estilo y gustos por lo que nos intercambiamos los teléfonos con vistas a quedar para poder conocernos mejor.
Pasados algunos días decidimos quedar y todo fue bastante normal, fuimos al cine, cenamos y aunque pasamos un rato agradable, no surgió mayor interés por ninguna de las partes, y tras despedirnos de forma amistosa no volvimos a llamarnos.
Pero, casualidades del destino, un par de meses después me encontraba en un local de ocio en compañía de algunos amigos, siendo la única fémina del grupo una muy querida amiga (nos conocimos con 11 años) que casualmente se encontraba sentada en mis rodillas cuando vi pasar por allí (sin duda ella también me vio) a la señorita anteriormente mencionada (con la que nada llegó a surgir).
Al rato, cuando parte del grupo nos disponíamos a abandonar el local para dirigirnos a otra ubicación, como soy un caballero (y también algo gilipollas), decidí buscar a la señorita en cuestión para despedirme antes de marcharme (craso error). Cuando la localicé y me acerqué para saludarla su respuesta fue un sorprendente e incomprensible "ataque de cuernos", con insultos, reproches y con un cabreo monumental por haberme visto en compañía de "la zorra esa de los tatuajes" (mi amiga de la infancia) por lo que tuve que salir por patas para evitar males mayores.
A los pocos días hablando con mi amiga de toda la vida, descubrí que existía entre ellas una enemistad de largo recorrido por temas varios y que posiblemente ese fuera el motivo de la escena que la otra me montó, pero sigo sin entender su nivel de indignación, ya que actuó literalmente como si yo fuera su novio y me hubiera pillado con otra cuando únicamente nos habíamos visto dos veces antes de aquel incidente (y luego dicen que los tíos somos raros...
).
Por fortuna, nunca más he vuelto a encontrarme con ella después de aquella paradójica experiencia.