Relato de ficción:
Me desprendí de las prendas de ropa que llevaba mientras me acercaba a ella. Ahí estaba, tumbada con el traje de colegiala que yo le había pedido que llevara. Su pelo estaba atado en dos simples coletas, que dejaban su melena caer a ambos lados de su cabeza, rematados con un par de lazos rojos, su camisa blanca apenas le cubría medio torso, dejando su espalda al descubierto casi desde sus omoplatos hasta su cintura, donde su diminuta falda plisada a cuadros, apenas podía ocultar su bonito trasero, apenas un palmo de tela, dejaba entrever sus dos nalgas perfectas, desde la posición en la que me encontraba, podía ver el tanga que llevaba, que apenas le tapaba nada, sus piernas contorneadas jugaban pataleando el aire, con unas medias blancas que le llevaban a medio muslo, rematando en sus pies descalzos, únicamente cubierto por esas mismas medias.
Su esbelto cuerpo tumbado a mi merced era lo que más deseaba en este momento, la necesidad de hacerla mía en este momento, pero quería deleitarme más con este suculento manjar que tenía ante mis ojos. Ya desnudo completamente, me situé a horcajadas sobre ella, notaba su inquietud, la necesidad de saber que es lo siguiente que yo haría.
Me arrodillé allí mismo, sentándome a horcajadas sobre sus piernas, observando con adoración su bello cuerpo, mientras mis manos temblorosas se acercaban a su cintura. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando percibió el primer toque de mis manos. Noté su anhelo, la tranquilicé moviendo suavemente la palma de mis manos desde su cintura subiendo por su costando, rozando su piel, desplazando la caricia hacia el centro de su espalda y descendiendo hasta su trasero. Su respiración era agitada y eso me excitaba, levante un poco su faldita y quedo al descubierto sus encantos, masajeé sus dos nalgas suavemente, deleitándome en su suavidad y firmeza bajo mi roce. Abrí delicadamente sus nalgas, dejando que el hilo del tanga se introdujera más en sus zonas más erógenas, ajustándose al manoseo continuo que estaba recibiendo y respondiendo con un jadeo, recompensando a mis oídos con tan esperada reacción.
Mis manos masajeaban sus glúteos y me deleitaba en la poca tela que la cubría, suministrando ligeros roces al principio, escuchando ligeros jadeos de placer, cuando llegaba hasta su sexo, haciendo mis toques más intensos y duraderos. Notaba cómo su cadera buscaba mi mano cuando pasaba mis dedos por encima, buscando el contacto más profundo e intenso.
Retiré a un lado el tanga, proporcionándome más libertad para tocar y una sensación más agradable que la simple tela que interponía nuestras pieles. Noté cómo mordía la almohada mientras mis manos recorrían su sexo de arriba abajo, con el ligero contoneo de sus caderas.
Descendí hasta su tesoro y lo besé ligeramente, sobresaltándose por el primer contacto de mi boca con su sexo, los besos, se convirtieron en pequeños lametones, que más tarde devoraría con ansias su sexo, mientras sus manos agarraban y tiraban de las sábanas, ante la oleada de placer que le estaba proporcionando. Mi lengua buscaba todos sus recovecos en sus pliegues, intentando no dejar, ningún rincón sin tocar, disfrutando de sus reacciones y sus gritos ante esta situación. Su manjar estaba delicioso, era dulce y refrescante a la vez y se ve que le estaba gustando, pues subía su cintura buscando mi boca, haciendo rotar su cadera, para su disfrute. Sus contracciones en mi lengua y mis dedos, me indicaban que se lo estaba pasando en grande, hasta que con un fuerte grito, llego a su clímax, dejando casi de moverse, evitando mi lengua, pues estaba hipersensible.
Me erguí y agarré un preservativo, me lo coloqué, mientras ella aún jadeaba de placer debajo de mí, cogiendo su cintura, la levanté un poco, lo justo para colocar una almohada debajo, permitiéndome un mejor acceso. Me acerqué hasta que mi sexo tocara el suyo, mientras con una mano agarraba el tanga aún puesto, y empujé un poco mi cadera adelante, permitiendo la entrada del glande, retrocedí un poco, mirando su reacción y volví a repetir mi movimiento, esta vez fue ella la que busco la penetración elevando su cintura, hasta que retrocedí un poco, en la tercera, una vez introducido el glande, baje el resto de mi peso sobre ella, haciendo que la penetración fuera profunda, noté cómo contuvo la respiración al penetrarla, me mantuve dentro de ella unos momentos, hasta que ella empezó a rotar su cadera, buscando el contacto y la fricción, dándome indicaciones de que quería más.
Así que empecé a mover mi cadera lentamente al principio, cogiendo ritmo, con lentas y profundas penetraciones, como sé que le gustan. Su reacción no se hizo esperar y sincronizamos nuestros movimientos, durante varios minutos continuamos nuestro baile, incrementando la temperatura, y haciendo sudar cada uno de nuestros poros. Mi posición dominante, me hacía tener la ventaja de incrementar o parar el ritmo, controlando así la profundidad de la penetración, pero quería que ella también disfrutará, así que le deje que eligiera la siguiente postura.
Me hizo tumbarme en la cama, levanto su minifalda, aparto el tanguita a un lado y sujetando mi miembro se lo introdujo, mientras yo tocaba sus pechos por encima de su camisa, dejando sus pezones erectos. En esta posición sus pechos botaban dentro de prisión, y sus coletas se movían al son de nuestros movimientos. Sus ojos cerrados y su boca abierta mientras se contoneaba era un deleite para mis ojos. Que no podía retirar mis manos de su pecaminoso cuerpo, mis manos iban de sus muslos, a sus caderas y de estas subían a sus pechos, mientras me cabalgaba lentamente, bajando de vez en cuando a besar mis labios.
Ella estaba a punto de correrse, sus movimientos se volvieron más frenéticos, más salvajes, sus nalgas golpeaban mis testículos en esta posición, poniéndome a mil, cambiando de ritmo y girando, produciendo fricción a lo largo de todo mi pene, buscando su ansiado placer, mientras la penetraba constantemente. Con un grito, echo su cabeza hacia atrás, sentí cómo su vagina se contraía y me apretaba como nunca antes lo habían hecho, sobrepasando mi límite y no pude aguantar más y también eyaculé.
Su torso cayó sobre el mío, y nos quedamos inertes en esa posición, mientras nos recuperábamos del increíble orgasmo que habíamos tenido juntos. Besándonos y acariciándonos después de esta increíble sesión de sexo, nos quedamos abrazados y deseando poder repetir esta experiencia pronto...
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