Un Encuentro Bond en la Ciudad del Amor
El sobre, de un papel pesado y crema, esperaba sobre la mesa de ébano en mi suite, un perfecto contraste con el dorado Art Déco de la habitación. Mis dedos rozaron el relieve de un sello casi invisible antes de abrirlo. La invitación, escrita con una caligrafía elegantemente audaz, no revelaba el remitente, solo una promesa: “La noche es joven, pero solo los más audaces podrán encontrar la clave para desatar su deseo.” Una sonrisa lenta se dibujó en mis labios. París, la ciudad más glamorosa del mundo, guardaba un secreto, y yo estaba a punto de descubrirlo.
La terraza me recibió con un torbellino de luces brillantes y un suave murmullo de conversaciones. La Torre Eiffel, centinela de la noche, se alzaba majestuosa en la distancia, sus destellos titilando como promesas. El aire, fresco y ligeramente perfumado a jazmín, era una caricia en mi piel mientras me acercaba a la barra. Pedí un Vesper, por supuesto, mientras mis ojos escudriñaban la multitud, buscando una señal. “La pasión es el veneno que embriaga el alma,” susurré al barman mientras recogía mi copa, probando si la frase era la clave para algo, o simplemente una floritura poética. Una leve, casi imperceptible, inclinación de su cabeza me dio la respuesta silenciosa.
Las horas se deslizaron entre sorbos de mi cóctel y el eco de risas lejanas. Justo cuando la medianoche se anunciaba con las campanas de una iglesia cercana, un suave susurro, casi un siseo, rozó mi oído. "La sombra te espera." Me giré lentamente, dejando que mis ojos se adaptaran a la penumbra. Una figura se desdibujaba entre los pilares de la terraza, envuelta en un aura de misterio. Sin dudarlo, mi paso fue firme, el ligero roce de mi smoking de seda contra mi piel, el único sonido en el silencio que me rodeaba. Me atreví a acercarme. No había miedo, solo la inquebrantable certeza de que este era el momento, el punto de no retorno. La silueta se hizo más clara, y mientras la luna se asomaba entre las nubes, reveló la inconfundible elegancia de una mujer. Sus ojos, dos esmeraldas en la penumbra, me observaron con una intensidad que prometía tanto peligro como placer. La clave para desatar mi deseo estaba allí, en la mirada de aquella figura misteriosa, y el juego apenas comenzaba.
PD:
Por cierto,con respecto a esto:
"como no podía ser de otra forma me puse en situación y me toqué con el relato de @Warez_2007. "
también me he tocado estos días viendo tus fotos y comentarios y recordando nuestras citas.