A los buenos días, soy El Maera.
Dejando aparte que yo no me casaría de ninguna de las maneras, ni con masajistas, ni con civiles... yo creo que este debate está bastante desfasado.
Este debate tenía su razón de ser hace cincuenta años, cuando la diferencia entre masajistas y civiles era tajante, evidente y radical. Ahora el asunto es mucho más difuso e indefinible.
Un conocido mío, se casó con una muchacha que al parecer, era un crisol de buenos principios y virtudes admirables. Se conocieron durante las estancias veraniegas de la muchacha en un pueblo navarro, de donde procedía su familia.
Lo que el fulano no sabía, es que la interfecta se había jalado a medio Madrid y a todos los estudiantes de Orgasmus (Erasmus), que había conocido durante sus estudios en el extranjero. Por supuesto, después de casada, la interfecta continuó con sus aficiones a espaldas de su marido...
Nos enteramos de las aficiones secretas de la individua durante las fiestas patronales del pueblico navarro. Una noche, cuando ella estaba lejos del marido porque éste se había tenido que ausentar urgentemente por motivos de trabajo, nuestra amiga se ventiló a los veinte componentes adolescentes de una peña. Y aunque suplicó a los beneficiarios para que no se fueran de la boca, alguien lo largó por ahí... Y todo el pueblo se enteró de que aquella mujer, tan aparentemente piadosa delante del marido, era ligerita de cascos.
A los pocos días, durante una corrida de las fiestas de la localidad, los toros salieron muy flojos de patas. Ya se había lidiado el sobrero reglamentario. Y ahora estaba en el ruedo otro inválido, que estaba provocando una bronca monumental. La presidencia no sabía que hacer porque ya no había más sobreros. Entonces, una voz desde las peñas aportó la solución:
- ¡Que lidien a Fulanito, que tiene los cuernos más grandes que los toros de hoy!
La carcajada en la plaza fue general. Y yo tenía muy cerca de mi asiento en la sombra al matrimonio en cuestión. Él, al oir su nombre, se puso blanco como la pared. Y ella miraba al suelo avergonzada, mientras se ponía roja, morada, verde y amarilla...
Quiero decir con todo esto, que actualmente, cuando un hombre se casa con una mujer, no se está casando con la mocita de hace cincuenta años, sin experiencia ninguna. Se está casando con una mujer que puede haberse relacionado con cientos de hombres.
Cuando una civil muestra cierta pericia sexual, quiere decir que hajalado con muchos hombres y que lo seguirá haciendo después de casada. En este contexto, el debate que nos ocupa, se vuelve absurdo. Una civil puede estar tan sobada como una masajista. Y puede haber hecho tantas guarrerías (o quizá más) que una masajista. Y es evidente que para evitar todos estos líos, lo mejor es no casarse.