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Soy supersticioso bonita. Esta tarde bajo con el edredón a ver si así se me quita la superstición. La mía tiene que ver con la rotura del espejo. El que rompí con el balón. Hubieron lloros por los siete años de maldicion. Y no me he sustraído ya a eso nunca. Los egipcios pensaban que los espejos guardaban trocitos de tu alma y unido a la tradición china de que nuestro cuerpo se regenera cada siete años hizo que el mayor castigo de la historia infantil eligiera mi casa para cumplirse. Un mes sin propina y sin balón.¿Eres supersticioso?
“Una superstición es una creencia contraria a la razón que atribuye una explicación mágica a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones sin ninguna prueba o evidencia científica”. (wikipedia).
La palabra superstición procede de la alocución griega “superstilio” que hacía alusión a que algo era demasiado bueno. La Biblia dice que toda creencia sobrenatural ajena al cristianismo es superstición y por ende demoníaca (¡hala!).
Muchas de las supersticiones con las que convivimos a diario se remontan a siglos atrás y todas suelen evitar la mala suerte o alejar las maldiciones. La buena suerte suele hacerse de rogar pero no paramos de perseguirla.
Ya en el siglo I el filósofo Ptolomeo creía que cuando caía una estrella significaba que los dioses estaban mirando hacia abajo y por eso podíamos aprovechar la ocasión y pedir un deseo.
Los antiguos paganos creían que algunos espíritus vivían en los árboles y que tocando los troncos se podían invocar para así acogernos a su protección. Aún tocamos madera para alejar la mala suerte.
Los griegos cuando horneaban pasteles los cubrían con velas y le pedían favores a Artemisa (diosa entre muchas cosas del buen estado de ánimo). El humo de las velas apagadas al subir llevaba el mensaje. De ahí la costumbre de soplar las velas en las tartas de los cumpleaños (por cierto maldición, el Covid en mi casa se ha llevado esta tradición).
En muchos sitios no se puede felicitar antes de tiempo al cumpleañero, se creía que los demonios que escuchaban los buenos deseos iban a hacer todo lo posible para que no se cumplieran (traviesos que nos han salido los demonios).
En la época precristiana a la cruz se la consideraba un símbolo poderoso de unidad, y se decía que en el centro de la Cruz residía su poder, por eso cruzamos los dedos para concentrarnos en alejar a la mala suerte.
Tenemos la del martes y trece, la de la sal, la de la escalera, la del gato negro…
Yo tengo una superstición heredada (no genéticamente claro, pero me la insufló mi abuela). Era bien pequeña cuando mi abuela dijo “mira una peseta, cógela”. En el suelo había una rubia metida en un charco (llovía) y estaba empapada (la peseta digo, que mi abuela llevaba paraguas y yo chubasquero). Yo entonces aún era obediente, pero me negué, no me parecía a mí eso de meter la mano en el charco muy buena idea. Y mi abuela me miró muy seria y me dijo, “quien desprecia una peseta no tendrá dinero nunca”. El sentido de no tener dinero nunca a esa edad ni me movió el flequillo, y la palabra despreciar ni me sonaba, pero la cara de mi abuela era todo un poema, debía ser importante aquella lección bajo la tormenta. Cogí la peseta y se la ofrecí, pero me dijo que debía quedármela para que me trajera suerte y además no podía gastármela (como no podía comprar con ella un caramelo no supe entender dónde estaba la suerte).
El caso, que soy incapaz de ver un céntimo en el suelo sin sentir la divertida mirada de mi abuela instándome a agacharme y cogerla, ¿sabéis lo difícil que es coger un céntimo con las uñas un poquito largas? Hay que mojarse el pulpejo del índice y que la saliva haga de pegamento, a veces no se pesca a la primera y hay que repetir acción, una guarrería ya os lo digo. Pero a ver, es que una abuela es una abuela (y la mía era la mejor).
No iba desencaminada la mujer, las antiguas civilizaciones creían que encontrar metal en el suelo era un regalo de los dioses. Por eso pensamos que si dejamos el céntimo en el suelo nos traerá mala suerte.
Pues eso corazón…
¿Tienes alguna superstición?
Por supuesto Bella, creo que todos sufrimos en alguna medida las supersticiones a pesar que desde finales del siglo XVII el racionalismo y el empirismo desde diferentes ópticas bogó por desterrar de la mente humana las supersticiones y relacionarlas con la magia o en el mejor de los casos con la religión, pero ni por esas pues creo que hoy en día hablamos más que nunca de la buena o la mala suerte que es el germen de la superstición. Yo me declaró supersticioso pues tuve mucha suerte al encontrarte y tengo la superstición que debo seguir viéndote, siempre tan bella y deslumbrante,. Más bonita que peseta en el bolsillo.¿Eres supersticioso?
“Una superstición es una creencia contraria a la razón que atribuye una explicación mágica a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones sin ninguna prueba o evidencia científica”. (wikipedia).
La palabra superstición procede de la alocución griega “superstilio” que hacía alusión a que algo era demasiado bueno. La Biblia dice que toda creencia sobrenatural ajena al cristianismo es superstición y por ende demoníaca (¡hala!).
Muchas de las supersticiones con las que convivimos a diario se remontan a siglos atrás y todas suelen evitar la mala suerte o alejar las maldiciones. La buena suerte suele hacerse de rogar pero no paramos de perseguirla.
Ya en el siglo I el filósofo Ptolomeo creía que cuando caía una estrella significaba que los dioses estaban mirando hacia abajo y por eso podíamos aprovechar la ocasión y pedir un deseo.
Los antiguos paganos creían que algunos espíritus vivían en los árboles y que tocando los troncos se podían invocar para así acogernos a su protección. Aún tocamos madera para alejar la mala suerte.
Los griegos cuando horneaban pasteles los cubrían con velas y le pedían favores a Artemisa (diosa entre muchas cosas del buen estado de ánimo). El humo de las velas apagadas al subir llevaba el mensaje. De ahí la costumbre de soplar las velas en las tartas de los cumpleaños (por cierto maldición, el Covid en mi casa se ha llevado esta tradición).
En muchos sitios no se puede felicitar antes de tiempo al cumpleañero, se creía que los demonios que escuchaban los buenos deseos iban a hacer todo lo posible para que no se cumplieran (traviesos que nos han salido los demonios).
En la época precristiana a la cruz se la consideraba un símbolo poderoso de unidad, y se decía que en el centro de la Cruz residía su poder, por eso cruzamos los dedos para concentrarnos en alejar a la mala suerte.
Tenemos la del martes y trece, la de la sal, la de la escalera, la del gato negro…
Yo tengo una superstición heredada (no genéticamente claro, pero me la insufló mi abuela). Era bien pequeña cuando mi abuela dijo “mira una peseta, cógela”. En el suelo había una rubia metida en un charco (llovía) y estaba empapada (la peseta digo, que mi abuela llevaba paraguas y yo chubasquero). Yo entonces aún era obediente, pero me negué, no me parecía a mí eso de meter la mano en el charco muy buena idea. Y mi abuela me miró muy seria y me dijo, “quien desprecia una peseta no tendrá dinero nunca”. El sentido de no tener dinero nunca a esa edad ni me movió el flequillo, y la palabra despreciar ni me sonaba, pero la cara de mi abuela era todo un poema, debía ser importante aquella lección bajo la tormenta. Cogí la peseta y se la ofrecí, pero me dijo que debía quedármela para que me trajera suerte y además no podía gastármela (como no podía comprar con ella un caramelo no supe entender dónde estaba la suerte).
El caso, que soy incapaz de ver un céntimo en el suelo sin sentir la divertida mirada de mi abuela instándome a agacharme y cogerla, ¿sabéis lo difícil que es coger un céntimo con las uñas un poquito largas? Hay que mojarse el pulpejo del índice y que la saliva haga de pegamento, a veces no se pesca a la primera y hay que repetir acción, una guarrería ya os lo digo. Pero a ver, es que una abuela es una abuela (y la mía era la mejor).
No iba desencaminada la mujer, las antiguas civilizaciones creían que encontrar metal en el suelo era un regalo de los dioses. Por eso pensamos que si dejamos el céntimo en el suelo nos traerá mala suerte.
Pues eso corazón…
¿Tienes alguna superstición?
¿Eres supersticioso?
“Una superstición es una creencia contraria a la razón que atribuye una explicación mágica a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones sin ninguna prueba o evidencia científica”. (wikipedia).
La palabra superstición procede de la alocución griega “superstilio” que hacía alusión a que algo era demasiado bueno. La Biblia dice que toda creencia sobrenatural ajena al cristianismo es superstición y por ende demoníaca (¡hala!).
Muchas de las supersticiones con las que convivimos a diario se remontan a siglos atrás y todas suelen evitar la mala suerte o alejar las maldiciones. La buena suerte suele hacerse de rogar pero no paramos de perseguirla.
Ya en el siglo I el filósofo Ptolomeo creía que cuando caía una estrella significaba que los dioses estaban mirando hacia abajo y por eso podíamos aprovechar la ocasión y pedir un deseo.
Los antiguos paganos creían que algunos espíritus vivían en los árboles y que tocando los troncos se podían invocar para así acogernos a su protección. Aún tocamos madera para alejar la mala suerte.
Los griegos cuando horneaban pasteles los cubrían con velas y le pedían favores a Artemisa (diosa entre muchas cosas del buen estado de ánimo). El humo de las velas apagadas al subir llevaba el mensaje. De ahí la costumbre de soplar las velas en las tartas de los cumpleaños (por cierto maldición, el Covid en mi casa se ha llevado esta tradición).
En muchos sitios no se puede felicitar antes de tiempo al cumpleañero, se creía que los demonios que escuchaban los buenos deseos iban a hacer todo lo posible para que no se cumplieran (traviesos que nos han salido los demonios).
En la época precristiana a la cruz se la consideraba un símbolo poderoso de unidad, y se decía que en el centro de la Cruz residía su poder, por eso cruzamos los dedos para concentrarnos en alejar a la mala suerte.
Tenemos la del martes y trece, la de la sal, la de la escalera, la del gato negro…
Yo tengo una superstición heredada (no genéticamente claro, pero me la insufló mi abuela). Era bien pequeña cuando mi abuela dijo “mira una peseta, cógela”. En el suelo había una rubia metida en un charco (llovía) y estaba empapada (la peseta digo, que mi abuela llevaba paraguas y yo chubasquero). Yo entonces aún era obediente, pero me negué, no me parecía a mí eso de meter la mano en el charco muy buena idea. Y mi abuela me miró muy seria y me dijo, “quien desprecia una peseta no tendrá dinero nunca”. El sentido de no tener dinero nunca a esa edad ni me movió el flequillo, y la palabra despreciar ni me sonaba, pero la cara de mi abuela era todo un poema, debía ser importante aquella lección bajo la tormenta. Cogí la peseta y se la ofrecí, pero me dijo que debía quedármela para que me trajera suerte y además no podía gastármela (como no podía comprar con ella un caramelo no supe entender dónde estaba la suerte).
El caso, que soy incapaz de ver un céntimo en el suelo sin sentir la divertida mirada de mi abuela instándome a agacharme y cogerla, ¿sabéis lo difícil que es coger un céntimo con las uñas un poquito largas? Hay que mojarse el pulpejo del índice y que la saliva haga de pegamento, a veces no se pesca a la primera y hay que repetir acción, una guarrería ya os lo digo. Pero a ver, es que una abuela es una abuela (y la mía era la mejor).
No iba desencaminada la mujer, las antiguas civilizaciones creían que encontrar metal en el suelo era un regalo de los dioses. Por eso pensamos que si dejamos el céntimo en el suelo nos traerá mala suerte.
Pues eso corazón…
¿Tienes alguna superstición?
Creo que todo lo que voy a decir hoy ya se ha dicho antes por aquí, así que, de antemano, mis disculpas.¿Eres supersticioso?
“Una superstición es una creencia contraria a la razón que atribuye una explicación mágica a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones sin ninguna prueba o evidencia científica”. (wikipedia).
La palabra superstición procede de la alocución griega “superstilio” que hacía alusión a que algo era demasiado bueno. La Biblia dice que toda creencia sobrenatural ajena al cristianismo es superstición y por ende demoníaca (¡hala!).
Muchas de las supersticiones con las que convivimos a diario se remontan a siglos atrás y todas suelen evitar la mala suerte o alejar las maldiciones. La buena suerte suele hacerse de rogar pero no paramos de perseguirla.
Ya en el siglo I el filósofo Ptolomeo creía que cuando caía una estrella significaba que los dioses estaban mirando hacia abajo y por eso podíamos aprovechar la ocasión y pedir un deseo.
Los antiguos paganos creían que algunos espíritus vivían en los árboles y que tocando los troncos se podían invocar para así acogernos a su protección. Aún tocamos madera para alejar la mala suerte.
Los griegos cuando horneaban pasteles los cubrían con velas y le pedían favores a Artemisa (diosa entre muchas cosas del buen estado de ánimo). El humo de las velas apagadas al subir llevaba el mensaje. De ahí la costumbre de soplar las velas en las tartas de los cumpleaños (por cierto maldición, el Covid en mi casa se ha llevado esta tradición).
En muchos sitios no se puede felicitar antes de tiempo al cumpleañero, se creía que los demonios que escuchaban los buenos deseos iban a hacer todo lo posible para que no se cumplieran (traviesos que nos han salido los demonios).
En la época precristiana a la cruz se la consideraba un símbolo poderoso de unidad, y se decía que en el centro de la Cruz residía su poder, por eso cruzamos los dedos para concentrarnos en alejar a la mala suerte.
Tenemos la del martes y trece, la de la sal, la de la escalera, la del gato negro…
Yo tengo una superstición heredada (no genéticamente claro, pero me la insufló mi abuela). Era bien pequeña cuando mi abuela dijo “mira una peseta, cógela”. En el suelo había una rubia metida en un charco (llovía) y estaba empapada (la peseta digo, que mi abuela llevaba paraguas y yo chubasquero). Yo entonces aún era obediente, pero me negué, no me parecía a mí eso de meter la mano en el charco muy buena idea. Y mi abuela me miró muy seria y me dijo, “quien desprecia una peseta no tendrá dinero nunca”. El sentido de no tener dinero nunca a esa edad ni me movió el flequillo, y la palabra despreciar ni me sonaba, pero la cara de mi abuela era todo un poema, debía ser importante aquella lección bajo la tormenta. Cogí la peseta y se la ofrecí, pero me dijo que debía quedármela para que me trajera suerte y además no podía gastármela (como no podía comprar con ella un caramelo no supe entender dónde estaba la suerte).
El caso, que soy incapaz de ver un céntimo en el suelo sin sentir la divertida mirada de mi abuela instándome a agacharme y cogerla, ¿sabéis lo difícil que es coger un céntimo con las uñas un poquito largas? Hay que mojarse el pulpejo del índice y que la saliva haga de pegamento, a veces no se pesca a la primera y hay que repetir acción, una guarrería ya os lo digo. Pero a ver, es que una abuela es una abuela (y la mía era la mejor).
No iba desencaminada la mujer, las antiguas civilizaciones creían que encontrar metal en el suelo era un regalo de los dioses. Por eso pensamos que si dejamos el céntimo en el suelo nos traerá mala suerte.
Pues eso corazón…
¿Tienes alguna superstición?
Buenas noches hoy voy a dormir como un bebé y tú eres la única culpable. Que tengas dulces sueños pero antes de dormirme te quiero contar una superstición oriental que me parece interesante. Trae mala suerte escribir de noche. La razón es que de noche antiguamente podías confundirte y coger la tinta roja por error, si escribías el nombre de alguien lo estarías condenando a muerte. En las tumbas budistas los nombres de los muertos se escriben en rojo. Es curiosa.¿Eres supersticioso?
“Una superstición es una creencia contraria a la razón que atribuye una explicación mágica a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones sin ninguna prueba o evidencia científica”. (wikipedia).
La palabra superstición procede de la alocución griega “superstilio” que hacía alusión a que algo era demasiado bueno. La Biblia dice que toda creencia sobrenatural ajena al cristianismo es superstición y por ende demoníaca (¡hala!).
Muchas de las supersticiones con las que convivimos a diario se remontan a siglos atrás y todas suelen evitar la mala suerte o alejar las maldiciones. La buena suerte suele hacerse de rogar pero no paramos de perseguirla.
Ya en el siglo I el filósofo Ptolomeo creía que cuando caía una estrella significaba que los dioses estaban mirando hacia abajo y por eso podíamos aprovechar la ocasión y pedir un deseo.
Los antiguos paganos creían que algunos espíritus vivían en los árboles y que tocando los troncos se podían invocar para así acogernos a su protección. Aún tocamos madera para alejar la mala suerte.
Los griegos cuando horneaban pasteles los cubrían con velas y le pedían favores a Artemisa (diosa entre muchas cosas del buen estado de ánimo). El humo de las velas apagadas al subir llevaba el mensaje. De ahí la costumbre de soplar las velas en las tartas de los cumpleaños (por cierto maldición, el Covid en mi casa se ha llevado esta tradición).
En muchos sitios no se puede felicitar antes de tiempo al cumpleañero, se creía que los demonios que escuchaban los buenos deseos iban a hacer todo lo posible para que no se cumplieran (traviesos que nos han salido los demonios).
En la época precristiana a la cruz se la consideraba un símbolo poderoso de unidad, y se decía que en el centro de la Cruz residía su poder, por eso cruzamos los dedos para concentrarnos en alejar a la mala suerte.
Tenemos la del martes y trece, la de la sal, la de la escalera, la del gato negro…
Yo tengo una superstición heredada (no genéticamente claro, pero me la insufló mi abuela). Era bien pequeña cuando mi abuela dijo “mira una peseta, cógela”. En el suelo había una rubia metida en un charco (llovía) y estaba empapada (la peseta digo, que mi abuela llevaba paraguas y yo chubasquero). Yo entonces aún era obediente, pero me negué, no me parecía a mí eso de meter la mano en el charco muy buena idea. Y mi abuela me miró muy seria y me dijo, “quien desprecia una peseta no tendrá dinero nunca”. El sentido de no tener dinero nunca a esa edad ni me movió el flequillo, y la palabra despreciar ni me sonaba, pero la cara de mi abuela era todo un poema, debía ser importante aquella lección bajo la tormenta. Cogí la peseta y se la ofrecí, pero me dijo que debía quedármela para que me trajera suerte y además no podía gastármela (como no podía comprar con ella un caramelo no supe entender dónde estaba la suerte).
El caso, que soy incapaz de ver un céntimo en el suelo sin sentir la divertida mirada de mi abuela instándome a agacharme y cogerla, ¿sabéis lo difícil que es coger un céntimo con las uñas un poquito largas? Hay que mojarse el pulpejo del índice y que la saliva haga de pegamento, a veces no se pesca a la primera y hay que repetir acción, una guarrería ya os lo digo. Pero a ver, es que una abuela es una abuela (y la mía era la mejor).
No iba desencaminada la mujer, las antiguas civilizaciones creían que encontrar metal en el suelo era un regalo de los dioses. Por eso pensamos que si dejamos el céntimo en el suelo nos traerá mala suerte.
Pues eso corazón…
¿Tienes alguna superstición?