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Silvia no me gustan nada las sorpresas. En mi casa estaban prohibidas desde un cumpleaños sorpresa que me prepararon y al que nunca llegué por una reunión que se alargó demasiado. No me gustan y a esta altura de mi partido no me van a gustar nunca. Aun así te diré que al igual que tú no he perdido mi capacidad de asombro y me sigo asombrando de muchas cosas que ocurren en el mundo cada día. La capacidad de asombro del ser humano es una cualidad que nos impele como especie, la de la sorpresa es un castigo. Me gusta tener todo bajo control, hay sorpresas que son muy malas y no quiero tener que lidiar con ellas. Si mi asombro me lleva a descubrimientos que enriquecen mi vida entonces sí, lo quiero todo. Como tú nos has contado ya son cosas diferentes. A mí me asombra cada día de manera muy especial una vecinita que me da que pensar, y eso a mi edad es asombroso. Gracias Silvia.¿Te gustan las sorpresas?
La sorpresa es una reacción que deviene ante algo imprevisto o desconocido y la genera toda acción susceptible de sorprender.
“La vida es la constante sorpresa de saber que existo” (Rabindranath Tagore).
El castellano está plagado de acepciones que la expresan:
—¡Hala! (sí sí, con hache que la otra “ala” sorprendentemente es de las de volar).
—¡Dios mío! (y mío, no seas acaparador).
—¡Madre Mía! y mía (si eres mi hermano).
—¡Qué dices! (vale, ya me callo que la lista es interminable…).
La sorpresa se genera de manera externa (suceso inesperado) o interna (cuando te acuerdas de que has olvidado algo y te llevas las manos a la cabeza). A mí no me gustan las sorpresas aunque me puedo adaptar si me las dan. Os cuento un caso concreto para que entendáis de lo que hablo.
Hace unos años por Navidad (igual que el turrón) aparece en mi puerta un tío mío (un tío majo mi tío) al que llevaba años sin ver ya que vive en otra provincia .Yo salía de viaje en ese mismo instante y le ofrecí quedarse en mi casa mientras iba y volvía a los tres días. Al regresar a mi guarida me encuentro la sorpresa de que ha convertido mi salón en el salón de un Papá Noel descontrolado en fase maniaca. Espumillón a kilos por los cuadros y esquinas, colgando a borbotones donde allí se pudiera colgar. Guirnaldas brilli-brilli por doquier. Un belén tamaño equipo de fútbol con un portal que en realidad era una portería y en el que cabía mi portero (que es bien grande el señor) y al que no le faltaban ni piezas, ni húmedo musgo de un color de lo más sospechoso (así como verde mohoso). En una esquina un monstruoso árbol navideño blanco lleno de bolas lacadas azules (preciosísimas) y además (mira qué suerte tengo) me había instalado la feria de la bombilla cegadora. Miles de luces de colores parpadeantes de esas que producen ataques epilépticos a la gente normal (porque todo lo anterior le debía de parecer poco) señoreaban colonizando todo el salón.
Casi muero. En serio. Estaba más enfadada que un gato encerrado. Entendí que era su manera de darme las gracias por haberle acogido, y sólo por su sonrisa hice un ejercicio titánico para no tirarle los dos metros de árbol a la cabeza. Me recompuse y le di las gracias intentando parecer simpática (creo que se dio cuenta muy a mi pesar de que no me van las sorpresas).
No es lo mismo la capacidad de asombro que la de la adaptación a las puñeteras sorpresas. La capacidad de asombro está vinculada a la adaptación ante un entorno cambiante, es por tanto la facultad para sorprenderse ante lo que no nos esperamos, adaptarnos y aprender de ello. Los estudios psicológicos dicen que el asombro es una emoción positiva directamente relacionada con el bienestar y el crecimiento personal. El asombro se genera a partir del deseo “de saber”, por amor al conocimiento. Hago esta aclaración para que poner el acento en que aunque no me gustan las sorpresas aún me gusta asombrarme. Así que chicos, ahora a copiarme… Decidme, ¡por todas las navidades calabresas! Y a ti,
¿te gustan las sorpresas?
¡Ya estamos a mitad de semana! Olé, ¡a por el día guapísimos! Besos…
Buen día y besos para ti. Saludos a los demás.